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fotografía de la artista Carmela García |
El viaje de mi Gorgona es un laberinto interior de conciencia. Un descubrimiento, a través de la maternidad y la crianza de mi hijo, de mi esencia de mujer. La Gorgona es una personificación de la Gran Diosa Madre con su cabellera de serpientes, asociada al mundo arcaico de la instintividad.
Mi Gran Diosa Madre floreció con la llegada de Jorge, mi primer hijo y sobretodo con el vínculo de fusión que hoy perdura.
Comparto este viaje íntimo, en torno a la maternidad y la crianza de los hijos, desde una mirada transpersonal.
El maternaje sentido como una oportunidad para el crecimiento y el autoconocimiento. Una genuina crisis vital. Profundizo tambien en la espiritualidad de los niños, como un espejo en el que recuperar nuestra esencialidad perdida.
Iré publicando este viaje interior por capítulos, que dedico a todas las mujeres de mi familia, en especial a Martha, mi madre y a mis dos abuelas, Oma y Ramonita.
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La Gorgona por el artista Vik Muniz |
Nací hace cuarenta años en Rotterdam en una
familia mixta y errante.Una sucesión de hechos relevantes y sobretodo, desde que soy madre, me han llevado a produndizar en los ejes de mi biografía personal y familiar.
¿Qué hechos significativos hanestado presentes en la historia de lafamilia?
¿Dónde están mis mujeres predecesoras?
¿Qué he aprendido de ellas? ¿Qué tienen que transmitirme?
Decía Bert Hellinger, el padre de las
constelaciones familiares, que los hechos
que determinan la salud de un sistema
familiar son los que tienen que ver con la
sexualidad y las uniones, y con la muerte y
las despedidas. Con los hechos que crean
el camino de la vida y también con los que
la destruyen. Observarlos, nombrarlos,
reconocerlos, atravesarlos, sanarlos y
aceptarlos. Darles su lugar. Nacimientos,
muertes,matrimonios, hijos no reconocidos,
abortos, suicidios..
Muchas mujeres de mi clan familiar, como tantas, vivieron sin serlo. Me refiero a que no sintieron su esencia de mujer genuina.
Comprendo que ser mujer, significa estar conectada, sentir los ciclos del cuerpo, vivir en el campo sutil y vulnerable de la emocionalidad.
Las madres de mi familia de origen son un modelo de mujer. Mujeres de su tiempo, que como la mayoría, vivieron en el yang, un universo lineal, lógico y racional donde primaba la supervivencia y los planes a futuro. Un modelo acorde con el patriarcado que vivimos desde hace unos siglos, regido sobretodo por la racionalidad y el miedo.
Agradezco profundamente a mis padres y a la vida, ser quien soy, y en especial, a mi hijo por regalarme la oportunidad de trabajar el espejo de mi niña interior.
Tengo pocos recuerdos nítidos de mi infancia no hablo mi lengua materna -el holandés- y desconozco la historia familiar de mi rama holandesa. Durante años he vivido mi niña-mujer-adulta bajo la desconexión e ignorancia absoluta. Sintiendo como si todo el mundo mágico, intuitivo y sabio de las mujeres me hubiera sido inocentemente ocultado. Hoy trabajo para recuperarlas, reconocerlas y darles su lugar en mí. El movimiento auténtico de la danza y la meditación contribuyen poderosamente. Estoy agradecida tambien a mi cuerpo, por reconocerse, gracias al trabajo, en la mujer salvaje, sabia e intuitiva.
De mi experiencia como paciente y terapeuta, me doy cuenta que muchas mujeres estamos tan poco conectadas con la sexualidad profunda y femenina, que navegamos con facilidad en el deseo del otro, en parte con el afán de complacer y también para ser queridas. Asi nos alejamos de nuestra esencia y acostumbramos a sentir según los parámetros de otro cuerpo, de otro género.
Nos desorientamos ante el desconocimiento de nuestras propias reglas, regidas por una feminidad que pasa inadvertida en la profundidad de nuestro ser esencial.
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Escultura de Niki Saint Phalle de H3Arte |
D.P.B.